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29 de agosto de 2012

O cambiamos de modelo…

Cuando era niño, pasaba unos veranos larguísimos con mi padre en la casa de campo que teníamos en Telde (Gran Canaria). Los días pasaban uno detrás de otro, llenos de aventuras, cacerías de lagartos, búsqueda  insaciable de bichos de todo tipo, excursiones y largas conversaciones con mi padre, que durante ese tiempo me dedicaba todo el tiempo del mundo, devolviéndome todo el que no me había podido dedicar durante el año porque se rompía los lomos a trabajar con mi madre para alimentar y sacar adelante a sus 7 hijos.

Recuerdo claramente una de las conversaciones con él, en la que me explicaba su visión del futuro.

En el futuro, decía, todo el trabajo duro lo harán los robots: las fábricas, la agricultura, la minería… todo estará mecanizado y los humanos nos podremos dedicar a una vida dedicada a las ciencias y a las artes. Todos podrán estudiar lo que quieran y dedicar su vida a lo que deseen, porque no hará falta trabajar para producir lo que la sociedad necesite. Podremos dedicarnos a la música, a la poesía, a la escultura, a la investigación en bioquímica, a lo que quieras.

A mi me gustaba esa idea, y me los imaginaba a todos como vestidos de blanco, como los griegos, dedicados a pensar, escribir, jugar, debatir… Pero claro, ¡con ocho años no se me ocurrió pensar en las consecuencias socioeconómicas de ese modelo!

Estas vacaciones esa idea volvió a aparecer, en una conversación con mi hija de diez y luego con algunos de los amigos de vacaciones… Estamos inmersos en una crisis mundial que tiene difícil solución cuya causa raíz puede estar enlazada con el pensamiento utópico de mi padre.

En el sistema actual, la gente tiene dinero porque trabaja y trabaja para conseguir dinero para gastarlo en cosas que se han producido por ese trabajo, en un ciclo sin fin que podría tener su equilibrio si no fuera porque hay tres factores (principalmente) que lo desestabilizan:

1.- Cada vez somos más personas: por esta razón es necesario “crear trabajo” para que haya trabajo para todos, de manera que haya dinero para todos, de manera que haya consumo para todos y así haya más “trabajo” para todos.

2.- Cada vez automatizamos más: lo que significa que cada vez hay menos trabajo para todos, con lo que se para la rueda

3.- Cada vez hay más avaricia: lo que hace que muchos "saquen” dinero del circuito y por lo tanto parte del sistema es cada vez más pobre.

Para que haya trabajo para todos, hemos acabado (como especie, a nivel global) inventando productos y servicios que no son necesarios pero que son consumidos por parte de la sociedad; somos capaces de fabricar teles que no se rompen (de hecho la mía tiene más de 10 años!) pero no lo hacemos porque eso va contra el sistema, que necesita consumir y consumir para que haya una excusa para producir y producir… y si lo miras desde lejos y te preguntas “Para qué?”, resulta que la respuesta tiene mucho que ver con la distribución de la riqueza en forma de dinero.

Básicamente, el problema está en cómo distribuimos la riqueza en un mundo en el que no hay trabajo para todos… ya no vale el concepto de “te doy dinero a cambio de tu trabajo”, porque eso significa que, como no hay trabajo para todos, no hay dinero para todos… pero hay producción para todos!

Sólo quedan dos opciones: la sociedad utópica en la que nos repartimos las riquezas y el trabajo y desaparece la avaricia (tiene que ver con la pregunta filosófica sobre la verdadera naturaleza del ser humano: ¿Somos buenos por naturaleza?) o la desaparición de parte de los seres humanos para volver a establecer el equilibrio (en el fondo, la economía siempre ha estado detrás de las grandes guerras de la humanidad).

Es triste, pero no creo que el ser humano sea capaz de lograr el equilibrio. Más tarde o más temprano estamos condenados a la extinción como especie… no seremos capaces de evolucionar; no ya desde un punto de vista biológico, sino desde un punto de vista social.

O cambiamos de modelo, o desaparecemos.